Era el primer finde que mi novia y yo pasábamos los dos solos, en el coche de mis padres, por una carretera comarcal que rodeaba la montaña. El silencio era como un chute de paz. Estaba anocheciendo y Cristina, mi novia, se echó en el asiento de atrás para dormir. Al rato me pidió que parase porque se estaba mareando, no aguantaba más, y así lo hice. Pasaron los minutos y comencé a inquietarme. De aquella zona se decía que la habitaba un asesino capaz de condenar sus víctimas a caminar por el bosque para siempre después morir, y sufrir el lastre de una eternidad terrenal sin descanso. Aunque no quería creer en leyendas sin fundamento, respiré tranquilo al oír abrirse la puerta de atrás. Cristina ya estaba dentro.
Al arrancar el coche supuse que ella conocía también la historia, así que le pregunte si había pasado miedo. Por lo que fuera no contestó y paré para comprobar qué ocurría. Antes de girar la cabeza, alguien le golpeó fuertemente el cristal por fuera. Era mi novia, muerta, intentando advertirme de algo terrible. Pero antes de que pudiera reaccionar, noté una mano áspera sujetando mi frente y el calor de la hoja de un cuchillo rasgando mi garganta hasta alcanzar la nuca. Cuando la sangre bañó mi cuerpo, salí del coche y comencé a caminar por el bosque... para siempre.
1 comentario:
me ha gustado mucho este relato, es tuyo? a mi tambien me gusta el terror, bueno, me chiflan las pelis de zombies, no se porque, dicen que a veces son un reflejo de la sociedad actual... jejeej. en fin... un placer conocerte.
p.d. me recuerdas a mi con tu edad... un saludo!
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